La gran persona y artista cordobesa Araceli Linares Rojas tuvo a bien dedicarme este soneto a propósito de una tarde ya lejana en que nos conocimos, no recuerdo si se trataba de una reunión de poetas del Colectivo Abierto u otra cuestión. El caso es que acudí acompañada de mis tres niños y esto a ella le inspiró tan hermosos versos. Lola Peña, encantadora, solía jugar con ellos incluso a la comba y no había relato maravilloso que publicase que no les reservara algún ejemplar, como El sueño del pastorcito, El cucharón mágico o La Lucera que conservamos con igual primor en espacios privilegiados de casa.
Dedicatoria de mi querida Matilde Cabello.
La sequoia que mi querida amiga Elena Baergga vio a través de los ventanales de la casa de su hija durante los últimos años quedó plasmada de su mano sobre la blancura del recuerdo a trazos de tinta de colores. Ella, una mujer carismática, inteligente, culta, con gran sentido del humor, siempre llena de vida, estuvo, sin duda, a la vanguardia de su época. Y también cerca, desde que mi madre y yo la conocimos en las playas del Palo, por entonces yo aún no era ni adolescente y ella, al igual que nosotras, venía cada verano a pasar sus vacaciones desde Nueva York, donde residía si bien nació en Puerto Rico. A partir de aquel primer verano, las cartas transitaban el Atlántico durante todo el año, luego fui consciente de que los años transitaban nuestras vidas y consolidaban la amistad y el cariño. Aprendí de ella a quererme mejor valorando mis cualidades mientras convivíamos, manteníamos conversaciones interesantes y paseábamos por Málaga las tardes de verano cuando aún sólo se iba a la playa hasta el mediodía y después casi todo el mundo se consagraba a la siesta. Me mostró una actitud inusitada ante el mundo, diferente y mucho más sustanciosa que las demás mujeres que de su edad yo conocía. Se despidió de mi hace casi un año, por teléfono y sé que nunca más oiré su voz pero su presencia en mi vida permanecerá por siempre.
El pequeño tesoro que me dejó Vicente Núñez a propósito de una velada inolvidable en el Tuta con motivo de uno de los actos de la Cátedra Juan Rejano que por entonces coordinaba. Constaté su personalidad única. Todas y todos estamos aún enamorados de este ser inigualable.
Una de las primeras excursiones que llevamos a cabo mi familia y yo. En Cazorla, amando la naturaleza.
Un precioso recuerdo que ocupará todos los días de los próximos calendarios. En la convivencia literaria con las mujeres lectoras y escritoras concebida y llevada a cabo por el Grupo de Desarrollo Rural del Alto Guadiato.
Una magnífica jornada con que demostrar a nuestro querido poeta nuestro afecto. Día luminoso de junio lleno de poesía, amistad y plenitud.
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